13 de septiembre de 2013

La chica del póster - 1982



Por algún tema había que comenzar y este es tan bueno, es un decir, como otro cualquiera. Eso y que escucharlo ayer en la SER (es mi blog y hago publicidad donde me da la gana, aviso) me dió la idea de este blog. Porque mira que hemos sido horteras, todos sí (eh, el del fondo, no se esconda que usted también tiene lo suyo), seguramente lo seguiremos siendo toda la vida, y lo bien que lo pasamos recordándolo.

El vídeo que os pongo no es, seguramente, el mejor de esta canción (como si fuera posible hacer un buen vídeo de este ripio musicado) y la imagen tiene una calidad muy, pero que muy, mejorable, pero es el que mejor recoge la 'horterez' del asunto. Si fuera posible, seguro que también salpicaba caspa. Esas modelos cimbreantes (inserte su carcajada aquí) que ahora serán honorables madres de familia que rezarán a diario para que ninguna lengua viperina le dé por buscar y encontrar este desliz de juventud. Se siente. Ese Francisco juvenil y sugerente (hale, no seáis tímidos, más carcajadas aquí, va) con ese 'hachazo in the middle of the craneo', esas hombreras, esa chaqueta entallada que tiene a mademoiselle Chanel removiéndose en su tumba... Y ese decorado de especial Nochevieja, pero vieja, vieja. No me digáis que todo ello no es una maravilla. Llevo emocionada desde que lo ví. Y estupefacta. Pero yo soy de fácil 'estupefactar', no le déis más importancia.

Y por si faltaba algún detalle, aquí os dejo la letra. Un poquitín comentada, que no me puedo resistir yo a un comentario de texto.



Era modelo de alta costura.
Tenía encanto y unas piernas de locura.
Los ojos como el mar, los labios de coral
y una expresión entre deseo y travesura.


Yo la quería, la idolatraba.
Tenía un póster suyo al lado de mi cama.
Soñaba con tener su cuerpo de mujer
y descubrir con ella el mundo del placer.


(Como tonto, ¿eh? Si llega a ser fea como un callo malayo -que deben ser más feos que los callos de otras partes del mundo-, antipática y 'recortada' a buenas horas se ponía él a hablarnos de sus húmedas noches desgraciando fotografías, ahí, a lo loco. Y que, además, hubiera sido difícilmente rimable la cosa, y eso, para canción, es mal negocio).

Cuántas veces ella me insinuó,
ámame, ámame.
Cuántas veces tuve yo su amor
de papel, de papel.
 


(Lo que es la imaginación, eh. Y tan contento que nos lo cuenta el chaval).

Saltó de pronto a los diarios
como el romance de un obeso millonario.
De vuelta en el amor,
siempre tomando el sol
como un lagarto, en el jardín de un balneario. 


(Vale, aquí afortunado, lo que se dice afortunado en el requiebro tampoco es que haya estado. Pero sí que ha derrochado sutileza. Fijáos si no cómo deja caer que un poquito lagarta sí era la moza. Y rimando perfectamente, que eso es algo que a mí me tiene loca de toda la vida de dios).
 

Se hizo vestidos, lució brillantes
y ya no fue la misma chica que era antes.
Se acostumbró a vivir, seis meses en París,
pero ni un sólo día pudo ser feliz.


(Gracias al cielo por la existencia de palabras de fácil rima y evocación romántica. Sí, coño, hablo de París, que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido. Contadme a mí cómo rimáis La Almunia de Doña Godina y seguimos esta conversación. Listos, que sois unos listos).

(ESTRIBILLO, osea, para los despistados, lo del ámame, ámame. De nada).

Fue por excesos o alguna droga, (madre mía de mi madre, perdónanos señor)
pero un buen día la encontraron en su alcoba. (Pa' habernos matao).
Revuelto el cobertor (lo que viene siendo la colcha -eran los ochenta, aún no se había extendido el uso del nórdico, modernos sin entrañas- pero 'colcha' y 'color' son de rima estresante), sin vida y sin color,
Bella Durmiente, para siempre en mi memoria.

 
Quité su poster junto a mi cama (anda que guardó ausencia)
y en su lugar puse una norteamericana (sin comentarios, que noto como se me están llenando las glándulas venenosas y la vamos a liar)
con ojos como el mar, con labios de coral
y el mundo comenzó de nuevo a caminar.
(Aquí se nota que ya flaqueaba la neurona y se dió como prisa en acabar lo que ya no tenía remedio, Deo Gratia).

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